MW
Osamu Tezuka
Planeta Deagostini. Barcelona, 2005

 


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Armas de destrucción masiva

Coincidiendo con el Salón del Manga, nos llegan dos nuevas obras del maestro Tezuka. Una de ellas refleja una característica que ya le conocíamos, como es su interés por la medicina. Interés demostrado en series como Black Jack u Oda a Kirihito. En El árbol que da sombra utiliza un esquema que recuerda Misión de audaces, la espléndida película de Ford. Si allí Holden y Wayne mostraban dos visiones del mundo en sus respectivos papeles de médico y militar, aquí seguimos las peripecias de un cirujano y un samurai en el Japón de mediados del XIX. Pero, como es habitual en Tezuka, casi nada es lo que parece y pronto descubrimos que quizás el médico no sea un dechado de virtudes ni el guerrero un animal sin escrúpulos. Tras la lectura del primer tomo, parece que nos encontramos ante uno de sus trabajos más interesantes.

Y es que, dada la magnitud de su labor, es difícil determinar cuándo nos va a ofrecer una obra maestra o una pifia. He perdido la cuenta de cuántos volúmenes componen su Astro Boy, pero Black Jack ocupaba doce, Adolf cinco, Buda diez, Fenix ni se sabe, etc. Añadan a esto La princesa Caballero, Ayako, y tantas otras. Su ingente producción excusa su irregularidad. Pero es que además, incluso ante productos tan raros como MW el lector puede sentirse decepcionado ante el argumento, pero no por ello deja de caer en sus redes narrativas. Tezuka dosifica perfectamente sus sorpresas y construye personajes arrebatadores y tramas que demuestran que cualquier cosa es posible en un relato de fantasía.

Diría que lo peor de MW es su tufillo setentero, esa voluntad del autor por ser moderno a cualquier precio. Y que aquí se traduce en el empleo de temas polémicos, desde la creación de armas químicas por parte de los americanos, la corrupción de la clase política japonesa o la complicidad con el asesino protagonista de un cura católico, que además es homosexual. Todo acaba resultando un poco excesivo y el maestro parece más interesado en provocar que en construir unos personajes convincentes y creíbles. Con todo, no deja de ser una rareza con no pocos elementos de interés y de lectura recomendable en los tiempos que corren, un extraño vistazo al mal más absoluto.

Florentino Flórez

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