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No más cine por favor

Odio profundamente a Aute, por razones que no vienen al caso.
Dicho lo cual debo añadir que en general odio también las adaptaciones al cine de personajes de cómic. Y creo que es algo en lo que muchos aficionados coincidirán conmigo. Por supuesto, hay excepciones a esa regla. No podía ser de otra forma cuando esos intentos se cuentan por centenares, desde los orígenes de ambos medios. De hecho, uno de los padres fundadores del lenguaje de la historieta fue también uno de los mayores innovadores en el campo de la animación. Mi hipótesis es que lo que realmente le interesaba a Mccay era el movimiento. Básicamente intentaba en sus dominicales reproducir sensaciones cinéticas. Pero esa es otra historia.

El flujo entre cine y tebeos no se ha detenido nunca. Las series más populares se adaptaban en repetidas ocasiones y los héroes de la pantalla saltaban a las viñetas de los comics. La gran diferencia de los últimos años ha sido el desarrollo de los efectos especiales, que han permitido abordar historias relativamente sencillas de dibujar, que antes eran casi imposibles de filmar. Ya no. Ahora cualquier locura que se le ocurra al más imaginativo de los dibujantes puede ser trasladada a las tres dimensiones digitales con relativa facilidad.

¿Cual es el problema, entonces? Que por el camino algo se pierde. La primera cuestión son las razones por las que una productora se centra en tal o cual personaje. Normalmente tienen que ver con el concepto, con el universo que le envuelve y sus posibilidades de marketing. Como lector, reconozco muchos aspectos ridículos en un héroe como Superman, pero también recuerdo muchos episodios suyos memorables. Y así llegamos al talón de Aquiles de muchas de estas adaptaciones: el argumento. Preocupados por aportar su granito de arena, guionistas muy creativos y directores que se sienten artistas meten mano al superhéroe de turno y lo convierten en algo que se parece poco al original.

Atención, no hablo de la fidelidad en el sentido religioso que los frikis dan al término. De hecho, espero que la adaptación de Watchmen suprima toda la bazofia de piratas y demás tonterías con que la cargó Moore. Sólo digo que me gustan los buenos tebeos y las buenas películas. Y sé que en muchos casos debe traicionarse el original para conseguir una cinta decente. Pero supongo que hay maneras.

Lo siento pero cada vez que oigo que un director nos ofrece una visión más oscura, un acercamiento más adulto y otras sandeces similares, se me quitan las ganas de acercarme al cine. Porque lo que todo eso refleja en general es un prejuicio muy arraigado, según el cual los tebeos son basura ya que sólo pretenden entretener sin pretensiones. Pues yo me quedo con las adaptaciones aparentemente más ligeras, son en general más decentes que acercamientos recientes en los que las batallas y explosiones no conseguían ocultar los problemas del guión.

Ojo, no me estoy metiendo con los efectos especiales, otro lugar común. Respeto demasiado a los ejércitos de creadores que se necesitan para gestionar medio minuto de magia digital como para despacharlos con la facilidad habitual. Desde Melies, parte del sentido del cine se encuentra precisamente en sus fantasmagorías, en la generación de mundos inexistentes. Y no entiendo el desprecio que tantos críticos manifiestan ante estos modernos desarrollos digitales. Si los juegos de luces buscan ocultar la absoluta falta de ideas, eso también pasa con los movimientos de cámara en las películas Dogma ¿O no?

Así que si no voy a ver la siguiente de X-Men o de Hulk es porque me he cansado de aguantar petardos con pretensiones. Supongo que pecaré con Watchmen ya que, a pesar de 300, que casi logra ser más mala que el original, recuerdo con agrado el arranque que nos ofreció Zack Snyder en su Amanecer de los muertos. En cambio espero poco de Miller y su Spirit. Seguro que si Eisner siguiera vivo no le hubiera dejado hacerlo.

Pero recuerden: si van a ver una mala película y resulta que procede de un tebeo, no le echen la culpa al original.

Florentino Flórez

 

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