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El primer friki

El pasado 4 de diciembre moría en Hollywood Forrest J. Ackerman, a quien los aficionados al comic y cine de fantasía pueden considerar como el primer friki. Se enamoró del género en su infancia y participó en la creación de los primeros fanzines, como The Time Traveller o Science Fiction Magazine. En 1939 acudió disfrazado con un traje del futuro a la primera Convención Mundial de Ciencia Ficción, creando una moda que aún perdura. Ese mismo año ayudó a Bradbury a lanzar el fanzine Futuria Fantasia.

No solo promovió la creación de clubs de escritores de ciencia ficción y de fans del género, también promocionó a las Hijas de Bilitis, por lo que fue nombrado “lesbiano de honor”. En 1953 recibió un Premio Hugo excepcional, al Fan nº 1. Destacó como coleccionista y su larga lista de objetos relacionados con las películas de horror y fantasía podía ser contemplada en su Ackermansion de Los Angeles. Inspiró o fue el agente de un gran número de autores, como Bradbury, Harryhausen, L. Ron Hubbard o Ed Wood. Como curiosidad, presumía de hablar esperanto con fluidez.

Por supuesto, su popularidad entre los fans facilitó su aparición en diferentes películas e incluso en vídeos, como el célebre Thriller de M. Jackson, donde realiza un cameo. Probó fortuna como escritor y su lista de seudónimos es tan larga como disparatada: Weaver Wright, Spencer Strong, Walter Chinwell, Allis Villette, Alus Kerlay, Laurajean Ermayne, Alden Lorraine, J. Forrester Eckman, Fisher Trentworth, SF Balboa, Hubert G. Wells, Jacues De Forest Erman, Jone Lee Heard, Sgt. Ack-Ack y Dr. Acula, entre otros.

Entre los aficionados al comic es conocido como creador de Vampirella, un sexy personaje de fantasía. En realidad, el parto fue bastante complejo y en él participaron varios padres. Primero James Warren, editor de revistas de terror que, tras ver Barbarella, la película de Roger Vadim, decidió que necesitaba algo en esa onda. El encargo recayó en Ackerman, con Frazetta en la parte gráfica. Por casualidad Trina Robbins participó en el asunto aportando lo que permanece como aspecto más innovador de esta heroína vampírica: su uniforme, imposiblemente pequeño. Frazetta transformó su rubia original en una morena y se asignó el dibujo de la primera historieta a Tom Sutton. Pero los guiones de Ackerman no acababan de convencer a Warren, que buscó el refuerzo de Archie Goodwin. Este rebajó la carga espacial que tenían las primeras historias y se centró más en el terror. Con la sustitución de Sutton por el español José González, la serie finalmente despegó. Este último es excesivamente dependiente de las fotografías y no es un extraordinario narrador, pero de alguna forma aporta un adecuado ambiente mórbido y su Vampirella es realmente atractiva y exótica.

Al final, es de lo que estamos hablando: a Ackerman nunca le interesó el arte con mayúsculas, sino más bien la serie B, los productos populares y crudos.Y a ellos dedicó la revista que para muchos fue una auténtica revelación, cuando llegó aquí su traducción en 1975: Famosos Monsters del Cine. El original apareció en 1958 y duró hasta 1983. En España no duró tanto, tan sólo dos años. Pero guardo esos números como preciadas posesiones. En primer lugar, porque contenían una única historieta a todo color, que en principio era de Corben. Luego se añadieron otros autores como Crandall o Wrightson, pero ninguno superó al impacto del primero. Nunca he vuelto a ver colores como los que empleaba Corben en aquella época. Impresionante. Pero luego la revista enganchaba, con aquella mezcla de cotilleo y crítica y con su despliegue gráfico, dedicado a películas olvidadas de las que apenas conocíamos nada más que una imagen.

Conviene recordar que entonces Internet era un sueño y ni siquiera creo que existieran los vídeos. Así que las posibilidades de ver alguna de aquellas cintas eran más bien remotas. Pero Ackerman nos permitía soñar con ellas e imaginar su contenido. Luego hemos podido comprobar que muchas no eran para tanto, pero yo le agradezco cada uno de los minutos de fantasía que me regaló.
Descansa en paz, tío Forry.


Florentino Flórez

 

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