AUTOR:

Joaquín Fuertes

Aparecido en
el Diario El Comercio.
Gijón, 25-09-2014

TINO Y LA CONJURA


No es la primera vez que es víctima de las represalias.


E1 corazón de Tino, y en cierto modo el mío, porque no dejamos de ser vidas paralelas, nos lo han fusilado varias veces, metafóricamente hablando. En cierta ocasión, los obreros de los talleres fueron desalojados, y en su desfile por la fábrica, Tino y algunos más, que no nos escondíamos detrás de las persianas a medio bajar, fuimos 'ametrallados' con ráfaga de manos y boca por un obrero desesperado. El corazón de Tino, dolido, siempre estuvo en el taller, haciendo los equilibrios imposibles hasta lograr el milagro de que no encuentras a nadie que lo conozca y hable mal de él. Claro, siempre hay excepciones: también allí había urdidores, por las alturas y por lo más bajo, que entendían la fábrica como el solar de su propio provecho y al prójimo como un pingajo.

Tino tuvo que vérselas -él y otros mandos- con un señor que cuando le ordenaban trabajar tiraba de carnet con yugo y flechas e iba corriendo al juzgado o a la Policía a denunciarlos por comunistas. En el banquillo tuvieron que sentarse varias veces el ingeniero Ernesto Fuentes, el perito Faustino Rodríguez Arbesú y el maestro Fernando García; todos los mandos de aquel sujeto, medio tarado, pero con carnet, que no se crean que era la excepción en aquel conglomerado. El carnet sigue teniendo hoy importancia, y Faustino Rodríguez Arbesú ha vuelto a ser, una vez más, víctima de los carnés.

Tino se propuso en medio de todas aquellas turbulencias luchar contra las infancias robadas. Se empeñó en atajar la injusticia, enseñando a los niños y a los mayores un mundo ejemplar y más justo dibujado en los papeles. Por ahí se empieza a ser libre cuando dejas discurrir la imaginación, en aquellos tiempos tan necesitados de sacudirnos de los uniformes, los cerrados y las sacristías.

Escribió muchas páginas para constatar que el cómic era arte entre las artes, para niños y adultos, y puerta por donde se entra al necesario mundo de la lectura. Páginas y páginas en este mismo periódico y otras publicaciones y, al fin, la revista 'El Wendigo' atravesando los mares. Nadie paró a Tino, ni aún en los peores tiempos, cuando el destino se volvió cruel. Él procuraba crecerse ante el castigo para ofertar cada año aquello que tanto amaba. Hay que decirlo enseguida, acompañado de los que siempre fueron sus colaboradores, o que de algún modo lo apoyaron.

Este año faltaría -si al festival no lo hubieran estrangulado- Juan José Plans, un amigo que se nos murió, a Tino y a mí. No es la primera vez que Faustino Rodríguez Arbesú es víctima de las represalias por levantar la voz contra la injusticia. Fui testigo cuando se opuso a que se vaciasen los restos de alquitrán y otros subproductos en las alcantarillas, pues ya es sabido que las alcantarillas, como los ríos de Jorge Manrique, van a dar a la mar. Fui testigo cuando se esforzó en situar, lo mejor que pudo, a sus gentes al cerrar la fundición. Fui testigo, y sigo siendo, del afecto de sus exalumnos en la Escuela de Ingenieros. Pero, querido Tino, ahora te has equivocado: pides que se disculpen, y esa gente, vengativa y agarrada a sus prebendas, no se disculpa ni ante Dios padre. Ellos no viven de fundir el hierro y enseñar las técnicas siderúrgicas, sino de apoyar a los compadres que les son útiles y les siguen la corriente. A pesar de todo, ánimo, querido amigo.