Supreme Power
Straczynski y Frank
Panini Comics. Barcelona, 2005.

Viñetas
La apacible vida comiquera de las islas se anima. El domingo pasado se celebraba en Palma una nueva Fireta de tebeos de ocasión. Hubo cierto descenso en el número de asistentes, algo que debió sorprender a pocos, ya que estábamos a la mitad de un puente largo y el día era espléndido. Además, abundaron las ofertas de ocio en otros lugares de la isla. Pero no hay motivo de queja. Más de mil personas pasaron por el recinto de la Misericordia. No todas las actividades culturales pueden presumir de tales cifras.
Además, esta semana se inauguraba la muestra dedicada a la Escuela Bruguera en el centro cultural de Sa Nostra, en Palma. Suponiendo que se haya reproducido el mismo montaje que en Barcelona, la exposición peca de cierto exceso formal, primando los aspectos pedagógicos y contextuales sobre la pura exhibición de planchas originales, que se quedan como ahogadas entre tanto trasto. Con todo, cualquier ocasión es buena para acercarse al talento de unos creadores que consiguieron hacernos disfrutar a todos, trabajando en unas circunstancias absolutamente adversas. No se lo pierdan.

Alienígena alienado

El guionista de nombre impronunciable y el dibujante rígido pero sólido, vuelven a unir sus fuerzas en esta nueva entrega de la división Max, la zona donde la editorial Marvel nos está ofreciendo algunas de las mejores sorpresas de los últimos años. La pareja ya había colaborado en otra serie de grato recuerdo, Midnight Nation, un delirio religioso con secuencias de gran altura.

Aquí se trata de una nueva vuelta de tuerca al mito de Superman en particular y de los superhéroes en general. Straczynski esquiva algunos de los lugares comunes de toda desconstrucción que se precie, habituales en Moore y compañía, dándonos nuevas muestras de su reconocido talento. No evita ajustar cuentas con algunos tópicos, comenzando porque el gobierno no permite que una pareja de desconocidos granjeros críe sin supervisión a un ente alienígena, misión que queda a cargo de dos agentes especializados; y concluyendo con la risa que provoca el intento del protagonista de pasar desapercibido con un simple par de gafas.

Pero, más allá de esas precisiones realistas, el guionista insufla verosimilitud a una trama decididamente fantástica, aportando una aproximación psicológica a ese tipo superior que se sabe tan poderoso como aislado, permanentemente rodeado de gente que le teme y le mira con recelo.

No se generaliza sobre la soledad del poder, sino que directamente podemos sentir cómo vacila el delicado equilibrio mental del héroe. El guión juega constantemente con la promesa del desastre, como cuando sospecha que sus padres sólo fingen quererlo. Los lectores saben que sus progenitores son actores que interpretan un papel y esa amenaza latente es una más en un relato repleto de ganchos que invitan a devorar una página tras otra.

Sumen a eso la calidad de Gary Frank, cada vez más sólido como narrador y menos rígido como dibujante, y ya pueden suponer a qué se enfrentan: un tebeo más que recomendable.

Florentino Flórez

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