Rubia de verano
Adrian Tomine
La Cúpula. Barcelona, 2005.

Viñetas
Si en su momento había celebrado la publicación de un libro de Feiffer, un autor muy poco editado en nuestro país, su nueva entrega no me despierta el mismo entusiasmo. Munro es una suerte de fábula sobre la insensatez de la guerra y los ejércitos pero, más allá de esas buenas intenciones, que sospechamos más que entendemos, es muy poco lo que se nos ofrece. Un relato confuso en el que un niño de cuatro años es reclutado por error en el ejército. Una vez allí, nadie hace caso de sus quejas hasta que se pone a llorar y entonces lo expulsan con todos los honores. No comprendo las virtudes que sus editores han encontrado en una historia que parece estúpida de tan simple y con un dibujo que cruza la frontera de lo sencillo para mostrarse como descuidado y sin interés. Perplejo me he quedado.


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Corriente alterna

Adelantándose al Salón del Cómic que esta semana se celebraba en Barcelona, la editorial La Cúpula presenta varias novedades, de variado interés. Aunque de diferentes estilos y temáticas, todas ellas pueden agruparse en lo que denominaríamos historieta alternativa, obras con una voluntad transgresora, que no hacen concesiones al lector y que por ello obtienen habitualmente el aplauso de la crítica, preocupada siempre por defender aquellos productos que no gustan a nadie.

Empiezo por lo que me ha parecido más interesante, Rubia de verano, de Adrian Tomine, que recopila varias de sus historias cortas, algunas de las cuales ya pudimos leer hace cinco años en su comic-book Sonámbulos, editado entonces por La Factoría de ideas. Relatos cortos sobre personajes menores, gente sin importancia, donde sobresalen especialmente los diálogos y la capacidad del autor para las situaciones sorprendentes, con un mínimo de acción. Su dibujo es limitado y todo resulta un poco agobiante, pero Tomine sabe lo que hace y no le falta talento. No intente leerlo si se siente deprimido.

Luego tenemos Buen tiempo, nueva entrega de Joe Matt, a quien conocíamos de Peepshow. El colega de Seth y Chester Brown me sigue pareciendo el más flojo de los tres. Es un perfecto narrador de las miserias humanas, con él siempre por delante en el puesto del más miserable de todos, pero hay algo autocomplaciente en sus trabajos que no acabo de digerir bien. Por cierto, a ver cuando alguien se anima a publicar algo más de Chester Brown, de quien sólo pudimos apreciar El play-boy. Y ya hace años.

Es el turno de la poesía de lo siniestro y lo surreal de la mano de Thomas Ott, de quien se publica Panopticum, un conjunto de historias cortas, todas mudas y servidas con su sugerente dibujo de alto contraste. Un bonito tomo que hará las delicias de los amantes del humor negro. Mi favorita, la del oculista.

Finalmente, la aportación española de la mano de Jaime Martín, con el retorno de los personajes que nos presentaba en Sangre de barrio. Si en su momento aquellas historias sorprendieron por su frescura y su intención honesta de aproximarse al submundo de las barriadas urbanas, ahora la continuación se nos antoja forzada y difícilmente creíble. Su dibujo se ha depurado, pero no ocurre lo mismo con su narrativa, que se carga de intragables diálogos, escenas inverosímiles y todos los tópicos sobre la realidad que encontramos en los programas de denuncia de la tele. Un trabajo muy flojo, que defrauda las expectativas que todavía podía generar este autor de ya larga trayectoria.
Florentino Flórez

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