El sheriff King
Mora y Díaz
Ediciones B. Barcelona, 2006

 

 

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Un sheriff monárquico

Lo hemos dicho antes y debemos repetirlo: de un tiempo a esta parte las reediciones se han convertido en uno de los platos fuertes del mercado. Ya citamos en su momento la jugosa lista de Planeta, con sus clásicos de prensa y superhéroes, a los que recientemente ha sumado James Bond, que comentaré en otra ocasión. Recordemos las aportaciones de Glénat, recuperando autores españoles de la más variada procedencia y manteniendo actualizada la obra de Giménez. Sumemos la caótica aportación de La Cúpula, que retapa sus clásicos underground, con Crumb a la cabeza, seguido de Shelton, los Hernández y, cómo no, Max, de quien acaba de publicar Flipados, un álbum que recopila algunos de sus trabajos más primitivos, para gozo de sus muchos seguidores.

Ediciones B cuenta con el fondo de Bruguera y lo emplea de vez en cuando. Especialmente el catálogo de humor, agrupando historietas del Tebeo, como en ese bonito tomo que recientemente han editado. Pero no olvidan las aventuras y los tebeos realistas que también produjo la extinta empresa. A la cabeza va El Capitán Trueno, seguido por otros personajes imaginados por Víctor Mora.

Ahora nos llega El Sheriff King, un héroe del oeste dibujado con sencillez clásica por Díaz y que suponía el acercamiento de Mora a uno de los géneros más populares, el western. A mediados de los sesenta, que es cuando nace el personaje, todavía no se hablaba de la bobada esa del western crepuscular, así que las historias de King nos presentan vaqueros bien vestidos y aventuras en que los buenos ganan hiriendo a los malos en las manos.

Al principio, da la sensación de que Mora va a emplear su repetida pero eficaz fórmula: protagonista acompañado de tipo delgaducho y gracioso y amigo fortachón y noblote. Esquema que encontramos en Trueno, el Jabato y el Corsario de Hierro y que yo supongo fruto de presiones editoriales. No hay porqué cambiar aquello que funciona. No nos olvidemos tampoco de la novia a distancia. Necesaria para que la confraternización masculina no adquiera aires de baño turco, pero dejando el aire suficiente para que el héroe pueda vivir sus andanzas con la tranquilidad que aporta la soltería.
Sin embargo en King las cosas no son del todo así. Lo notamos por la ausencia del gordo forzudo. No hay aquí un Goliat, un Ursus o un MacMec, sino Dandy, un atildado ayudante, más preocupado por su aspecto físico que otra cosa. Esa primera desviación de la regla ya nos avisa de que en King las apariencias engañan. Uno de los aspectos interesantes de la serie es el nutrido grupo de personajes que el guionista va agrupando en torno al héroe. Aunque ese interés en los secundarios ya aparece en anteriores trabajos de Mora, aquí adquiere mayor importancia y algunos de ellos tienen un enorme carisma, empezando por la tía Abigail y terminando en Celacactus Peef, sorprendente personaje que parece esbozado en el francés de Cargamento disputado.

En cuanto a la parte gráfica, es cierta la deuda de Díaz con Arturo del Castillo, que se cita en la introducción. Se aprecia sobre todo en la cara del héroe y ciertas soluciones del acabado. Pero si la narrativa de Del Castillo era plomiza y repetitiva, invitándonos a pasar de largo sus historias, Díaz aporta un dinamismo que no encontramos en su antecesor. Hay que añadir que la edición es bastante irregular y que tanto el color como la calidad de la línea se podían haber mimado más. Con todo, el trabajo del dibujante sobrevive.

Le ayudan, por supuesto, unos guiones entretenidos y respetuosos con el lector. No es éste un Oeste adulto, aunque el guionista se permite los típicos toques de denuncia que le caracterizan, mostrando indios que son esclavizados para trabajar en las minas y describiendo a una banda de desalmados que pretende engañar a unos pobres inmigrantes. Pero lo importante en King es el entretenimiento, la aventura en estado puro, con ingredientes folletinescos que nos hacen preguntarnos por lo que ocurrirá a continuación. En algunos aspectos puede haberse quedado anticuado y resultar un tanto ingenuo, naif. Pero es, se mire como se mire, un trabajo honesto y bien realizado, ligero, fácil de leer y absolutamente recomendable.
Florentino Flórez

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