El largo viaje de Lena
Christin y Juillard
Norma Editorial. Barcelona, 2006


 

 

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Un viaje demasiado largo

Los autores de este álbum son dos viejos conocidos. Del dibujante, Juillard, sabemos perfectamente qué podemos esperar: un trabajo bien hecho, quizás un poco frío pero con todo el rigor documental y la claridad narrativa que asociamos con lo mejor de la tradición franco-belga, sección Hergé. Aquí vuelve a brindarnos una labor primorosa, escenarios creíbles servidos con un color excelente y unos acabados impecables. Lo peor que puedo decir es que la protagonista es un poco hombruna, o así me lo parece. En conclusión, la parte gráfica apenas presenta problemas, como por otro lado era de esperar.

En cuanto al guionista, Pierre Christin, ha colaborado con la plana mayor del comic francés pero aquí conocemos sobre todo sus guiones para el sobrevalorado Bilal y para Mézières. Con el yugoslavo realizó diferentes álbumes donde dibujaban extrañas metáforas políticas, marcadas por una preocupación general por los totalitarismos. La utopía urbana de La ciudad que nunca existió se cerraba con algunos de sus fundadores huyendo de una villa donde todas las reivindicaciones sociales y ecológicas se habían alcanzado. El resultado era tan perfecto como mortalmente aburrido. Los veteranos de la Guerra Civil española que protagonizaban Las falanges del orden negro se enfrentaban en una lucha final a sus viejos enemigos fascistas, compitiendo con ellos en brutalidad. Nos reservaba su mirada más dura y despiadada para Partida de caza, donde pasaba revista al bloque socialista y las debilidades de sus gobernantes. Un trabajo importante, que reflexionaba sobre un tema casi ausente en una Europa acostumbrada a olvidarse de su otra mitad. Y que Bilal casi consigue cargarse con su envarado dibujo y sus protagonistas clónicos.

Mejor recuerdo guardamos de la gran saga cósmica Valerian, dibujada por Mézières, donde las preocupaciones sociales del guionista se entrelazaban con naturalidad en una gran aventura de ciencia-ficción, con aires de comedia y guerra de sexos incluidos.

Ahora Christin une sus fuerzas a Juillard para abordar un tema fascinante. Se nos invita a un largo paseo por toda Europa y parte de Oriente Próximo, siguiendo los pasos de Lena, la protagonista. De ella apenas tenemos datos pero las personas a las que visita son muy intranquilizadoras. Pronto descubrimos que forma parte de una conspiración en la que participan un montón de agentes, repartidos por diversos países. Muchos son antiguos miembros de los servicios secretos del este, que continúan dedicados a su tarea de destruir el capitalista orden occidental. Ahora asociados a nuevos terroristas de intereses diversos. Pasma la naturalidad con la que ese friso de conspiradores desarrolla sus labores, como si en lugar de planear asesinatos estuvieran organizando una fiesta de cumpleaños o un anodino asunto comercial.

De la protagonista sorprende su frialdad, una actitud distante que nos permite sospechar alguna sorpresa final y que las cosas no son lo que parecen. También asusta la movilidad del paisaje, esa descripción rigurosa de una Europa cargada de fronteras quebradizas, llenas de agujeros que cualquiera con un poco de voluntad y colaboración puede cruzar sin ser detectado.

El álbum juega dos grandes bazas. Una es esa naturalidad con la que Christin unifica los enemigos de la democracia del pasado con los presentes, con discursos e intenciones comunes, que les permiten colaborar más allá de las divergencias superficiales. Y la otra esa firmeza con la que se nos describen los diferentes paisajes europeos, sus difuminadas fronteras, Turquía, Siria...

Dejo lo peor para el final. Y es que sí, hay sorpresa en la conclusión, pero sabe a poco. Si los autores consiguen mantener nuestro interés a lo largo de ese prolongado viaje, algo falla en esas páginas finales en las que los misterios son desvelados y cada uno de los protagonistas de este relato coral encuentra su destino. Los hilos que pacientemente se han ido tejiendo se atan con demasiada precipitación y resulta sorprendente la torpe crudeza con la que se remata el argumento. Hay que decirlo: esta historia merecía un final mejor.

Florentino Flórez

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