Los leones de Bagdad
Vaughan y Henrichon
Planeta DeAgostini. Barcelona, 2007


 

 

 

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Libertad y muerte

Ya he citado a Vaughan con anterioridad como uno de esos talentos emergentes a los que no conviene perder de vista. Me imagino que quienes como yo lo descubrieron en Y, el último hombre permanecerán fieles a una serie que mantiene el listón muy alto, oscilando con habilidad entre el drama y la farsa. Quizás no todos sus trabajos son sobresalientes pero sigo contándolo entre mis guionistas favoritos.

Antes del verano nos sorprendía con esta extraña fábula con animales, en la que se beneficia del talento de Henrichon a los lápices. Supongo que habrá mejores animalistas, pero él resuelve su trabajo con convicción y aporta mucha fuerza a un relato con tendencia a la digresión filosófica y el ensimismamiento estético. Sus animales son enérgicos y el color añade la expresividad necesaria. Aunque, como suele ocurrir con los medios digitales, tiende a resultar excesivamente oscuro en ocasiones. Pero el balance general es más que notable.

En cuanto al libreto de Vaughan, básicamente arranca con mucha fuerza y termina de cualquier manera. Esa última parte deja muy mal sabor de boca, ya que todo el primer desarrollo contiene momentos realmente espléndidos y que tardaremos en olvidar. No llega a la perfección y la rotundidad del Seton de Imaizumi y Taniguchi, otra maravillosa fábula con animales, pero a veces se acerca.

El guión parte de un suceso real: en abril de 2003, cuatro leones huyeron del Zoo de Bagdad, durante los bombardeos; luego unos soldados americanos los abatieron. Vaughan imagina sus correrías por el Bagdad destruido y usa a sus fieras como metáforas del pueblo iraquí. Una de las leonas protagonistas cita un refrán que parece indicar las intenciones del guionista. No te pueden dar la libertad, te la tienes que ganar.

Entre partidarios y detractores de la guerra, posiciones que salpican cualquier información sobre el conflicto iraquí, el autor parece decantarse por una tercera vía, semejante a la adoptada por Vargas Llosa. El peruano afirmaba que había motivos para la guerra, pero que la posguerra se había gestionado desastrosamente. Vaughan no nos aclara su punto de vista. La presencia humana es apenas relevante en el álbum. Pero sí señala un problema: la gente, el pueblo iraquí. Nos hace preguntarnos por su orgullo, por su futuro. No te pueden dar la libertad. O quizás sí.

Toda la salida del zoo contiene algunas de las mejores escenas y permite al autor reflexionar sobre la libertad y sus consecuencias.
Por otro lado, no pierde de vista que sus protagonistas son animales y evita un error muy habitual entre quienes manejan asuntos ideológicos. Esto es, dejar que sus creaciones acaben a la deriva de las ideas. Vaughan encuentra siempre momentos para la acción y permite que sus fieras se comporten como tales. Hay secuencias que nos remiten al Libro de la selva, muy especialmente la de los monos, o los diálogos de la leona con el antílope.

Especialmente delicado es el papel de las leonas. Al emplear a sus bestias como reflejo de la sociedad iraquí, Vaughan debe lidiar con algunos escollos. Uno de los más complejos es el del papel de la mujer. Las leonas representan un papel mucho más activo que sus equivalentes humanas en el mundo árabe. El guionista resuelve este problema enfatizando la sumisión de una de ellas a los machos de la manada, en una escena planteada como una violación. Pero luego desarrolla otra leona, más joven, criada prácticamente en cautividad, con un carácter muy diferente. Así evita los estereotipos, sin dejar de denunciar lo que resulta reprobable.

No es un tebeo redondo, pero sus aciertos son mucho más grandes que sus errores. No se lo pierdan.

Florentino Flórez

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