Jazz Maynard 2
Raule y Roger
Diábolo ediciones. Madrid 2008.
48 páginas, 15,95 euros

 

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Ficciones pulp

Es habitual que cuando se asiste a una Feria del Comic los conocidos se dediquen a recomendar tebeos. Cuando se comparte una pasión, deseamos siempre que los otros disfruten tanto como nosotros, que no pierdan el tiempo con trabajos mediocres y, sobre todo, que no se les escapen productos de interés. Esto me pasó en Barcelona con Tomeu Seguí, que me puso sobre la pista del autor que luego iba a ganar el premio de este año al mejor dibujo. Considero a Tomeu un tipo razonable, aunque ya se sabe que en esto de los gustos pisamos siempre terrenos muy resbaladizos. Que además Roger Ibáñez fuera galardonado en Barcelona no mejoraba las cosas, precisamente. Ya saben que, salvo excepciones, siempre he proclamado que esos premios son mi guía de lo que no hay que leer cada año. Pero...

Tanto Jazz Maynard, la serie de Raule y Roger, como Arrugas, otro premiado del que hablaré próximamente, tienen cierto interés. Lo que nos recuerda que, contrariamente a lo que opinaba Marx, cuando hablamos de las personas y sus obras, cualquier cambio es posible. Menos mal.

Ya conocía a Roger por otro trabajo anterior, el recopilatorio Amores muertos, donde su dibujo estilizado y decadente mejoraba unas historias olvidables. Luego le había perdido la pista hasta ahora. Jazz Maynard apareció primero en Francia de manos de Dargaud y aquí ha sido editado por Diábolo, una de esas pequeñas empresas que luchan por su hueco en el mercado.

La mayor debilidad de la serie es el guión. No carece de cierto vigor, los juegos con acciones en paralelo están bien resueltos y se preocupa porque pasen cosas, mantener la atención del lector con pistas que sin duda se resolverán en futuras entregas, intentando transmitir un ambiente de serie negra contemporáneo, a la manera de Tarantino. Pero es precisamente esto último lo que lastra el relato. La imitación del modelo americano se realiza sin convicción, los numerosos clichés nos alejan de la realidad y se nos ofrece una parodia, una aventura pretendidamente realista que acaba convertida en una variante de Matrix. Los personajes son estereotipos sin apenas personalidad y la violencia se presenta de forma espectacular, sin inscribirla en ningún discurso que la justifique o explique. En fin, el guión repite un error ya habitual, como es el de aplicar fórmulas aprendidas en otros medios, sin una aportación personal o local, sin variaciones que las individualicen o diferencien. Todo es muy cool, pero al tiempo de un vetusto que asusta.

Lo mejor por supuesto corre a cargo del dibujante, que ha refinado su narrativa y fortalecido su dibujo. Curiosamente, todo ello sin perder sus señas de identidad, especialmente esa languidez, ese aspecto manierista que caracteriza sus figuras sin ablandarlas. Roger es un dibujante poderoso que conquista las planchas con firmeza, ayudado por un color sencillo y envolvente, que se ajusta perfectamente a la potencia de sus negros. Sus mujeres son muy sensuales y sus héroes están cargados de energía interna. Sus influencias también son evidentes, de Mignola a Wrighston, pero al contrario que en el guión, están bien asimiladas y el conjunto es satisfactorio e innovador. No se entiende muy bien qué hace en Francia, ya que su estilo y su forma de narrar son profundamente americanos.

En fin, un producto irregular pero no lamentable. Al contrario, yo confío en que el guión abandone pronto algunas debilidades que lo lastran, mejore las caracterizaciones y podamos disfrutar plenamente de una serie que cuenta ya con un dibujante de bandera.

Florentino Flórez

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