Thunderbolts: Penitencia.
Jenkins-Gulacy-Beredo
Panini Comics. Barcelona, 2008

© 2003 El Wendigo. Todos los derechos reservados

 


El © de las viñetas pertenece a sus respectivos autores y/o editoriales.

¡Disparen al guionista!

En las últimas semanas se han editado varios tebeos que demuestran una vieja regla: el guionista manda. Quiero decir que al final las bondades del dibujante son irrelevantes si la historia no funciona. Citar a Paul Gulacy, Bryan Talbot o Richard Corben supone pisar terrenos casi sagrados para los lectores de tebeos. Al menos en mi caso, cuando leo sus nombres en las portadas me lanzo a adquirir lo que sea, casi sin comprobar con quien colaboran. Lo cual, naturalmente, es un error. Por mucho que un dibujante aporte a un tebeo, y ahora hablamos de tres extraordinarios narradores gráficos, si su guionista es un inútil al final acaba notándose.

Quizás el más afortunado en esta ocasión sea Corben. No es que Harvey Pekar sea santo de mi devoción. En general me parece un pelma, pero a veces su naturalismo quejumbroso consigue dar en el clavo. Si además le acompaña un autor en estado de gracia como es el caso del Corben actual, que ha recuperado la fuerza de sus primeros años, pues los resultados son al menos entretenidos. Las gafas de Halloween no es el único relato curioso en el último American Splendor. La cosa no es como para tirar cohetes, pero seguro que se llevan más de una sorpresa.

Peor lo lleva Talbot. Pone su talento al servicio de Ed Brubaker, un guionista cuya mayor virtud consiste en que siempre nos olvidamos de los tebeos que escribe. De Gotham Central a La escena del crimen mi sensación siempre es la misma: no son malos guiones, pero tampoco buenos. En ningún momento consigue resultar memorable. En este tebeo de Los chicos detectives parece que además Bryan Talbot se esfuerza por estar a su altura y su dibujo resulta más plano de lo habitual. Se lo pueden ahorrar.

Parecida fortuna padece Gulacy con su partenaire Jenkins, otro plumilla de currículum lamentable. Aprendimos a odiarle en Hellblazer y luego le hemos visto meter mano a Hulk y a otros personajes, sin aportar nada interesante. En realidad a Gulacy sólo le ha ido bien con su compañero de toda la vida, su casi hermano Doug Moench. Y además su lápiz lleva ya tiempo dando muestras de cierto cansancio, lo que le lleva a exagerar algunas de las manías que hasta ahora había mantenido más o menos bajo control. Sobre todo canta en el tema de las proporciones y sus personajes resultan cada vez más cabezones. Pero quien tuvo retuvo y Gulacy es demasiado grande como para firmar un tebeo rematadamente malo. El enorme narrador que es consigue siempre resultar al menos entretenido. En esta historia de los Thunderbolts también, pero Jenkins no se lo pone fácil, con un relato pretencioso y embarullado, perfectamente prescindible. Juega a ser provocativo y cool, pero se queda en un quiero y no puedo, como acostumbra. Sólo para fans de Gulacy.

Quienes, por cierto, coincidirán conmigo en que la chica de la tele Pilar Rubio es clavadita a la mujer estandar que dibuja el americano. Alguien tendría que presentarlos.

Florentino Flórez

Artículo Anterior


Índice

Artículo Siguiente